jueves, 23 de abril de 2009

Simbad el Marino














¿Como podría explicaros lo que senti en aquel instante? Fue como si las puertas del cielo se abrieran ante mí de par en par .Con el corazón lleno de esperanza, corrí sin descanso hacia la brecha de la luz, que cada vez se fue haciendo cada vez más y más grande y, cuando por fin llegué frente a ella, mis ojos vieron de nuevo el azul intenso del mar. Resultó que el agujero de mi salvación se encontraba en la pared de un acantilado ,hasta el que trepaban los animales para entrar en la fosa y alimentarse con la carne de los cadáveres.Como no había forma de bajar de allí, durante varios días permanecí al pie de aquella pared rocosa alimentándome de musgo y hierbas silvestres y ansiando que alguien me viese desde el mar y acudiera a rescatarme.Por fortuna, llegó un día en que el capitán del barco avistó mis señales de socorro y envió una chalupa para sacarme del acantiládo.Una vez a bordo, le conté que acababa de llegar a la costa después de naufragar en alta mar, pus temía que el capitán me delatase si le contaba la verdad.Cuando subí al barco, llevaba conmigo un fardo lleno de joyas que les había arrebatado a los cadáveres de la fosa, pensando que a ellos no les servirián de nada mientras que a mí me podrían ser muy útiles en mi propósito de viajar hacia Bagdad.En recompensa por haberme rescatado, les ofrecí aquellas joyas al capitán , pero el buen hombre no quiso aceptarla, por lo que volví a casa más rico que nunca. El día de mi llegada, me crucé con un buen amigo que se alegró mucho de verme.Me preguntó dónde había estado, y, al poco de empezar a relatarme mi historia, me interumpió para decirme: -A juzgar pon tu aspecto, cualquiera diría que acabas de volver a la vida después de recorrer la extrañas del infierno. Yo pensé por un momento en aquellas palabras, y al fin respondi con alivo:- Eso es justo lo que me ha pasado.

1 comentario:

  1. Buen trabajo Guti. Te está quedando una página bastente interesante.
    Sigue trabajando así.

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